Hoy me he levantado folclórico, así que he decidido que iba a rescatar del armario de la memoria algunas coplas. Para empezar, explicar que la copla de temática taurina surge de una idea muy simple: una mujer suspira por el amor de un torero, lo consigue o lo pierde y... ¡voilà! ya tenemos una copla, con una letra que tiene como divisa lo popular y una música alegre. En la coplas taurinas hay dos protagonistas; el toro y el torero.
El Torero.
Torero y copla siempre han ido hermanados, unidos desde muchos puntos de vista. Ya lo cantaba con su voz prodigiosa Antonio Molina en Yo quiero ser matador, de Perelló y Montoya.
La copla resalta en la persona del torero varios aspectos: el amor, el miedo y la tragedia, que es inherente a la Fiesta.
El amor es el tema fundamental para la copla. El amor y el desamor, la mujer y el torero. Destaca, en ese sentido, entre las muchas obras, Francisco Alegre, de León y Quiroga.
El miedo es una constante también en la copla. Un miedo que martiriza a todos aquellos que aman y respetan al toro, ya lo dijo Juan Belmonte: "El día que se torea crece más la barba. Es el miedo. Sencillamente, el miedo. Durante las horas anteriores a la corrida se pasa tanto miedo, que todo el organismo está conmovido por una vibración intensísima...". Ese miedo que hace más épica la lucha entre toro y torero lo cantó a la perfección Lola Flores en Tengo miedo, torero, que curiosamente está escrita por un austriaco ¡quién iba a decir que un austriaco estaría metido en estos menesteres!
Y si la tragedia humilla el colorido y la alegría de la Fiesta, ahí está la copla para cantar la pena, para llorar al héroe. De esta forma, podemos ver grandes coplas como Cuatro puntales, dedicada a Joselito y Belmonte. El califa Manolete, también será llorado en la conocida Campana de Linares, en la que Rafael Farina -¡cuántas veces lo habré escuchado camino de Jerez de los Caballeros? - pone el alma.
El Toro.
Y si la copla le ha dedicado grandes obras maestras a los toreros, el toro tampoco se queda atrás. ¿Quién no ha cantado alguna vez La luna y el toro, de una belleza lírica extraordinaria? -¡Ay, ese toro que abandona por la noche la maná!-.
En definitiva, que la copla ha exaltado siempre la Fiesta con respeto y cariño y desde aquí me apetecía dedicarle unos minutillos. Me voy a hacer la comida con la letra de El relicario en la cabeza.
El Torero.
Torero y copla siempre han ido hermanados, unidos desde muchos puntos de vista. Ya lo cantaba con su voz prodigiosa Antonio Molina en Yo quiero ser matador, de Perelló y Montoya.
La copla resalta en la persona del torero varios aspectos: el amor, el miedo y la tragedia, que es inherente a la Fiesta.
- El Amor y El Miedo.
El amor es el tema fundamental para la copla. El amor y el desamor, la mujer y el torero. Destaca, en ese sentido, entre las muchas obras, Francisco Alegre, de León y Quiroga.
El miedo es una constante también en la copla. Un miedo que martiriza a todos aquellos que aman y respetan al toro, ya lo dijo Juan Belmonte: "El día que se torea crece más la barba. Es el miedo. Sencillamente, el miedo. Durante las horas anteriores a la corrida se pasa tanto miedo, que todo el organismo está conmovido por una vibración intensísima...". Ese miedo que hace más épica la lucha entre toro y torero lo cantó a la perfección Lola Flores en Tengo miedo, torero, que curiosamente está escrita por un austriaco ¡quién iba a decir que un austriaco estaría metido en estos menesteres!
- La Tragedia.
Y si la tragedia humilla el colorido y la alegría de la Fiesta, ahí está la copla para cantar la pena, para llorar al héroe. De esta forma, podemos ver grandes coplas como Cuatro puntales, dedicada a Joselito y Belmonte. El califa Manolete, también será llorado en la conocida Campana de Linares, en la que Rafael Farina -¡cuántas veces lo habré escuchado camino de Jerez de los Caballeros? - pone el alma.
El Toro.
Y si la copla le ha dedicado grandes obras maestras a los toreros, el toro tampoco se queda atrás. ¿Quién no ha cantado alguna vez La luna y el toro, de una belleza lírica extraordinaria? -¡Ay, ese toro que abandona por la noche la maná!-.
En definitiva, que la copla ha exaltado siempre la Fiesta con respeto y cariño y desde aquí me apetecía dedicarle unos minutillos. Me voy a hacer la comida con la letra de El relicario en la cabeza.
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