Foto: Alfonso Sánchez Portela
Corría el año 1928 cuando una ganadería vacuna era conducida por la ribera del río Manzanares. Parece que un toro, seguido de una vaca, se salió del itinerario y escapó de las manos de sus cuidadores. De todos los itinerarios posibles –zonas de campo cercanas- se dirigieron por el Puente de Segovia al centro de la ciudad.En su camino fueron arremetiendo con diferentes obstáculos y hubo más de un espontáneo que quiso lidiarle. Los comercios cerraron sus puertas y los coches de caballos se escondieron tras escuchar tan certero rumor. Toro y vaca llegaron hasta la calle de Leganitos. Allí, una anciana mujer, que no pudo guarecerse, fue corneada, así como las personas que intentaron socorrerla. Hubo varios heridos.
A continuación se dirigieron a la Corredera Alta de San Pablo, una zona muy concurrida porque se celebraba allí un mercado. El toro embistió puestos y tenderos. Un vendedor y un mensajero fueron sus siguientes víctimas. De allí los fieros animales pasaron a la Gran Vía, desatando el pánico entre los viandantes.
Pero su visita a esta arteria de la ciudad supuso el fin del pánico. Dio la casualidad de que el matador Diego Mazquiarán, “Fortuna” paseaba por la zona cuando se encontró aquel panorama. Rápidamente y tomando su abrigo como capote toreó al animal mientras le traían su estoque. La Gran Vía se convirtió en una improvisada plaza en la que el público vitoreaba al valiente joven. Tras dos entradas a matar, acabó con la vida del fiero animal.
La multitud allí agolpada sacó sus pañuelos blancos, como suele ser tradición en las corridas de toros tras una buena faena. Brindaron y pidieron que le fuera otorgada la Cruz de la Beneficencia. Petición que fue cumplida. Este hito hizo que cambiara la suerte del matador y que creciera su popularidad, ya que en la siguiente temporada fue contratado para dieciocho corridas. Aquel episodio tuvo que ser lo más parecido a los sanfermines, pero al estilo madrileño.
fuente: http://www.historiademadrid.com/
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