Tal y como cita José Mª Iribarren en su libro El porqué de los dichos: "el verbo birlar significa en el juego de bolos, tirar segunda vez la bola desde el punto donde paró la primera, que, como suele ser cercano a los bolos, proporciona el derribar muchos. Después de esta primera acepción, el Diccionario de la Academia pone como segunda el propio verbo: matar o derribar a alguno de un golpe, con escopeta, ballesta u otro instrumento. Metafísicamente equivale birlar, según la misma autoridad, a conseguir uno el empleo que otro pretendía. En germanía o caló, birlar significa estafar, y birloque o birbesco, ladrón. Con estos antecedentes, ¿habrá fundamento suficiente para presumir que arte de birlibirloque sea una frase imitativa, equivalente a arte de birlar, hurtar o estafar de repente, por sorpresa, con destreza o maestría?". Eso es lo que sufrimos ayer los aficionados que asistimos a Las Ventas, una estafa en toda regla por parte de la empresa, de los ganaderos y del torero.
La empresa nos quiso vender una corrida a la altura de la de Sevilla o Málaga. Pues bien, cuando Luque inició el paseíllo en solitario y vio tanto cemento en las gradas se le debió caer el alma al suelo, o pensar que quizá deba empezar a pedir el dinero acorde a la capacidad de reclamo que tiene. Conclusión: Sevilla y Málaga hasta la bandera y en Las Ventas algo menos de media entrada.
El torero nos quiso vender que era un chaval dispuesto a comerse el mundo con su talento, pero lo que nos demostró ayer es que le queda mucho por aprender, y que para venir a la primera plaza del mundo a pegar mantazos y deambular como alma en pena es mejor quedarse en casa. ¿Nadie, el apoderado sin ir más lejos, aprendió la lección de Talavante?
Los ganaderos, y sobre todo Juan Pedro Domecq, mandaron una corrida justita de presentación, mansurrona, floja y complicada. ¿Es posible que los novillos de Flor de Jara tuvieran más presentación que alguno de los Juan Pedro que salió ayer al ruedo?
Conclusión: Para uno hacerse rico y poder comprarse una finca no es necesario encerrarse en Madrid a jugar a la ruleta rusa del triunfo, lo que hay que hacer es ir poco a poco y con buena letra.
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