Cuando se habla del Toro y su mundo, se suele pensar, casi sin querer en don José María Cossío, el más grande tratadista... al menos de los tiempos modernos del toreo. Pero hay más, muchos más que dejaron su huella analizando y tratando de explicarnos los misterios y el encanto del Toreo. Allá por 1960, o quizá un poco antes, en una charla taurina emergió la figura de don Gregorio Corrochano, un toledano de Talavera de la Reina, nacido en abril de 1882 y fallecido en octubre de 1961.
Dejó escritos una barbaridad de artículos y muchos libros, algunos de los cuales se siguen reeditando. En aquella ocasión, se refería a los personajes del Toreo y daba sucintas explicaciones de sus lances. Y no se refirió sólo a los grandes protagonistas, sino que tuvo palabras para figuras que parecen ignoradas, pero que tienen su papel.
Así, definía al «alguacilillo», diciendo que «Hace el despejo (sic) a caballo. Pide la llave del toril. Cuida de que no haya toreros a la derecha del picador y otras normas reglamentarias descuidadas. Antes daba los avisos y el matador no quería ni verle; hoy da las orejas y el matador le abraza». Como puede comprobarse la definición no puede ser más exacta, con su gotita de reproche hacia quienes cambiaron de opinión según sus intereses.
Del «monosabio», decía que «es el auxiliar del picador. No debe intervenir en la lidia. Actitud expectante. No debe coger las riendas del caballo. Llevar al picador por la bridas del caballo es como si el mozo de estoques llevara al matador al toro por un brazo». Genial, ¿no?
Vayamos ahora a referirnos al toro y a su salida a la Plaza que nos avisará de muchas cosas: «El toro sale del toril rápido o lento. Mira a la plaza deslumbrado por el sol, extrañado del griterío, como si quisiera saber adónde va, porque desde el encerradero va de sorpresa en sorpresa. No anticipéis juicios sobre su bravura atendiendo a la salida; podríais equivocaros. Con la salida del toro empieza el interés de lo desconocido. Porque cada toro será distinto al anterior. A pesar de ese ímpetu feroz, buscará una salida. No la encuentra. Se para dispuesto a embestir: salió la bravura al ruedo».
Se suele recibir al toro con «largas afaroladas de rodillas», que «son una derivación del cambio de rodillas que prodigó Fernando El Gallo. Cogía el capote con las dos manos, citaba por el terreno de dentro y cambiaba por el de fuera. Llamada *suerte del perdón* por hacerse de rodillas, si venía precedida de una mala faena».
Y, enseguida, la «verónica»: «Es el lance más serio y fundamental que se hace con el capote. Los demás son derivados hacia el adorno. Con Belmonte adquirió la verónica calidades insospechadas de temple y emoción. Aquellas *cinco verónicas sin enmendarse* no las borraron ni los escombros de la plaza derribada». Los lances «a la verónica» suelen concluir con una «media»: «remate emocional de las verónicas. Punto y aparte del toreo de capa. Debe procurarse dejar al toro en suerte del picador, para evitar más capotazos. Rematar en los medios y dejar el toro a los peones es rematar mal, aunque se remate bien».
Y luego la suerte de varas. «El picador ha de ser joven, alto, fuerte; buen jinete; conocer el toro y el toreo; saber lidiar a caballo como un torero de a pie; saber conjugar la garrocha y la mano de las riendas. Y saber cómo necesita el toro su matador. La suerte de varas es importantísima. Tiene una gran influencia en los demás tercios. Los puyazos bien dados, castigan sin malherir, ahorman los toros y facilitan la labor del espada. Los puyazos malos resabian, deslucen y aumentan el peligro. Sin buenos picadores no hay corrida buena. No me gusta cuando citan pegados a las tablas y levantando mucho la puya. Así no se debe citar. No está colocado el picador. Sepárese usted de las tablas, enderece el caballo, salga por derecho; ahora cite abriendo un poco el brazo de la garrocha. Así se va al toro. Como estaba usted citando, cita el miedo. No sea tumbón».
Y los quites. Con petos es raro que se produzcan caídas al descubierto. El picador cae descubierto del lado del toro. El matador entra valerosamente al quite y sale hacia atrás embrocado con el toro. El matador peligra, pero el picador se ha salvado. Ésta es la grandeza del quite, que suele concluir con «chicuelinas, la suerte a la navarra, modernizada por Chicuelo, que le imprimió personalidad. Desde entonces se llama *chicuelina*. Es una suerte de adorno que hacen todos, con más o menos gracia, con más o menos oportunidad y con más o menos abuso».
Y las Banderillas: «es una suerte airosa, ágil, plena de gracia y destreza, como hecha a cuerpo limpio. Banderillear pronto, en todos los terrenos sin salidas en falso, es condición principal de buen banderillero. ¡Atención! En este tercio se resabian y cambian fácilmente los toros. En el *quiebro* el banderillero espera a pie firme la embestida recta del toro. Cuando llega, saca un pie, carga la suerte y quiebra la recta embestida, evitando el embroque. Al *cuarteo* es la manera más frecuente de banderillear. Se sale al toro con un ligero cuarteo, para que el toro no corte el terreno y tape la salida, con lo que se evitan las salidas en falso. Por esto conviene salir sobre corto, si es posible. Depende del toro».
Y llega el último tercio. Suele ir precedido del «brindis», que debe tener sus condiciones: «Obligación cortés hacia la presidencia. Brindando al presidente queda brindado el público. Si se quiere subrayar el brindis al público desde el centro del ruedo, ha de hacerse con un buen toro y una faena excepcional. No debe brindársele toro y faena vulgares».
Y vienen los distintos pases... El «pase por bajo es muy necesario en algunos toros; antes se daba con las dos manos. Es eficaz si se da quieto hasta rematar, para que el toro se rompa con la muleta, como se rompe el mar en el rompeolas, cuando al toro y al mar se les gana terreno».
«Pase de rodillas»: «Cuando Machaquito, cargado de laureles, salió de rodillas a un toro peligroso, la plaza de Madrid se asustó. Cuando Joselito salió de rodillas a un toro bravísimo de Saltillo, que se revolvía y no le dejaba levantarse, la plaza se asustó.
A mí me emociona más de pie».
El «natural» es «el pase clásico por excelencia. Para que sea natural puro, debe darse totalmente aislado del estoque, que sostendrá el matador a la altura de la cadera derecha. Apoyar el estoque, es convertir el natural en ayudado, recuerdo que puede admitirse en día de viento».
El «pase de pecho» es «el complemento del pase natural. Si es obligado por el toro, pone a prueba el temple y la serenidad del espada. Así como suelto, preparado y porfiado es un pase cualquiera, sin valor de técnica y sin eficacia; ligado con el natural es grandioso».
«El *ayudado por alto*, lo inventó Cúchares. Es un pase espectacular, sin importancia. Se le llamaba desdeñosamente *del celeste imperio*, porque está al margen de la faena. La faena empieza luego. Hoy se dan muchos pases del *celeste imperio* y se los llama *de la muerte*. ¡Qué miedo!».
El «afarolado», «es un pase de adorno pasándose la muleta sobre la cabeza, girando para salirse de la muerte. Es un pase sin quietud, movido, y, por lo tanto, de poca calidad. Tiene un inconveniente técnico: acostumbra a los toros a desarmar».
El «pase natural con la derecha». «Conviene usar la derecha para equilibrar la faena y dominar. Con ambas manos se pueden hacer las mismas cosas. Pero en la derecha la *naturalidad* se transforma en ayudado por el estoque. Aunque se admita por claridad, no me suena bien eso de *natural con la derecha*».
El «pase de pecho con la derecha»... «Así como en el verdadero pase de pecho (el de la izquierda) pasa el toro por el pecho del torero (de ahí su nombre), en el pase con la derecha rara vez cruza el pecho. Mejor definido está llamándole *de costado*.
Cuando todo finaliza, vienen lo adornos: «Coger un pitón a un toro es un adorno de más importancia de lo que parece. Es demostrar que el toro está dominado. Porque a un toro sin dominar no hay quien le toque un pitón impunemente. Si el toro era difícil, aplaudid este adorno».
A la «estocada» se la denomina «suerte suprema, porque fue suprema. Hoy la supremacía la tiene la muleta; pocas veces la estocada. Se le mata al toro como se puede, no como se debe. Los toros mueren porque las puñaladas matan».
Y tras la estocada... «El Triunfo. El toro rueda de la estocada. El matador levanta el brazo de la muerte como si quisiera parar el sol. En los tendidos, los espectadores hacen de los pañuelos palomas que revolotean. El usía saca también su paloma. La oreja esta concedida. Triunfo». Se cumplen los sueños del torero y el deseo del público.
Mucho de lo recogido del insigne Corrochano es más que sabido por muchos. Lo malo es que, muchas veces, también olvidado. Por eso quizás convenga un poquito de ilustración.
Definiciones, reflexiones y citas sobre el Arte de Torear:
Diversos autores han definido la lidia. Así para Pepe Hillo, quien identifica lidiar con " lides o contiendas ", es "el acto de jugar con toros".
José María de Cossio dice que es "el conjunto de suertes que se practican con el toro desde que se le da suelta del toril hasta que se arrastra".
En semejantes términos se expresa Luis Nieto, para quien es "el conjunto de suertes que se practican con el toro desde la suelta del toril hasta que se arrastra", para hacer a continuación distinción entre la de a pie y la de a caballo.
Por su parte, el lingüista José Carlos de Torres define lidiar como "La acción de dar lidia al toro o, correr, sortear al astado; torearlo según las características que ofrece en cada momento de los tres tercios".
Por último José Antonio del Moral la define como "el aprovechamiento inteligente de todas las reacciones espontáneas del toro, combinado con las que le provocan los toreros".
Desde el punto de vista de Miguel Ángel Moncholi la Lidia es el "Conjunto" de decisiones, acciones y suertes que por parte del torero se practican con el toro, para, de forma inteligente, obtener el máximo rendimiento de sus reacciones". Así lo entiende por cuanto, la lidia no se reduce sólo a la práctica de las suertes, ni a la división en tercios de la misma. Tampoco cree que sea tan sólo jugar o correr al toro sin más, sino de una forma inteligente, para obtener el máximo rendimiento de las reacciones del toro.
Al igual que el genial Miguel Ángel expresaba que el bloque de mármol contiene la escultura y que lo que tiene que hacer el escultor es quitar lo que sobra, cada toro tiene su lidia, y lo que tiene que hacer el torero es moldearla.
Tan importante es la lidia, que Corrochano afirmó que: "sin lidia, no hay toro aprovechable".
La lidia de un toro, según estableció José Delgado, "Pepe Hillo", en su Tauromaquia se divide, en función de las suertes que menciona, en:
a) Tercio de capa, - actual tercio de varas -,
b) Tercio de banderillas y,
c) Tercio de muleta.
El toreo:
El toreo se basa en la conjunción de dos líneas. La horizontal del toro, que va y que viene, y la vertical del torero, que gira sobre sí misma. Ambas deben complementarse gracias a la inteligencia del hombre.
En su Enciclopedia, José María de Cossio define torear como "toda acción que se verifica en la plaza para burlar y dominar al toro, bien a favor de engaño, capa, muleta u otro cualquiera, bien a cuerpo limpio, entra en el amplísimo concepto", la versión reducida de su obra se limita a definir el concepto torear tal cual lo hace el Diccionario de la Real Academia, esto es, como "lidiar los toros en la plaza" y añadir que Sánchez de Neira, lo amplía de la siguiente manera: "Corriéndolos para hacer en ellos suertes, ya de capa y las demás que se conocen de a pie".
En semejantes términos a los recogidos en la obra reducida de Cossio se expresan otros autores.
No así, Gregorio Corrochano, quien la completa afirmando que torear es "mandar en el toro (...), si no se manda en el toro, si el toro no va por donde quiere el torero que vaya, no torea el torero".
Por otro lado, Luis Nieto define torear como: "Ejecutar suertes el torero con la capa y la muleta a reses bravas; o el rejoneador a caballo".
Por parte de Moncholí entiende que torear es la: acción de lidiar los toros, con naturalidad, mediante la ejecución de las distintas suertes, considerando los terrenos, la distancia, conforme a los cánones vigentes del toreo de parar, templar, mandar, ligar y cargar la suerte con el fin de prepararlo para la suerte suprema.
Considera por tanto, que torear es lidiar, conforme a lo definido, con inteligencia, conforme a las condiciones del toro, pero que lo es cuando se practican las suertes del toreo, conforme a unos cánones heredados y establecidos, y todo ello practicado con la naturalidad de quien así lo interpreta y transmite.
"Se torea como se es", decía Juan Belmonte. Y añadía: "Como si no se tuviera cuerpo". Tal es la naturalidad.
El 20 de marzo de 1950, en su célebre conferencia del Ateneo, Domingo Ortega afirmó: "Ustedes aficionados, a poco que recuerden, habrán visto muchas veces en las corridas de toros faenas de veinte, treinta, cuarenta pases y el toro cada vez más entero... ¿Cómo es posible que con esa cantidad de pases que fueron aparentemente bellos para gran parte del público, el toro no se haya sometido?. La respuesta es muy sencilla: Lo que ha ocurrido es que el torero ha estado dando pases, y dar pases no es lo mismo que torear". Y es que, en el toreo, todo se hace para preparar al toro para la suerte suprema.
Como aportación, estas son algunas reflexiones sobre el toreo:
* Domingo Ortega: "Torear es llevar al toro allá donde no quiere ir".
* Luis Francisco Esplá: "El toreo clásico es el equilibrio entre la técnica y la estética".
* José Alameda: "El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega".
* Manolo Vázquez: "Se torea con la palma de la mano".
* José Bergamín: "El toreo se hace y se dice".
* Rafael de Paula: "Lo más grande de torear es soñar cuando se torea"
PARAR
Acorde con la evolución del toreo, el concepto de parar es, por un lado, tal como lo recogen la mayoría de los autores, y entre ellos Pepe Hillo: "la acción que ejecuta el diestro, cuando se está parado en el terreno sin mover los pies, hasta que el toro llega bien a jurisdicción y le hace la suerte".
Es decir, parar no es otra cosa que quedarse quieto, o como gráficamente define el maestro Andrés Vázquez: "cuando se marca sobre la arena el número de las zapatillas".
En este sentido decía el matador de toros y poeta Sánchez Mejías que "un hombre quieto vale más que dos hombres en mal movimiento".
Dicho lo anterior cabe también aplicar el término parar al hecho de aminorar la embestida del toro en el engaño, como primer paso para llegar a templarlo.
TEMPLAR
Como segunda premisa de lo que es torear, se establece el templar la embestida del toro.
Como regla general, templar es acompasar la velocidad de los engaños a la velocidad de la embestida del toro. Como complemento de lo anterior, para algunos, templar es también tratar de lograr que dicha embestida se vaya acoplando poco a poco al movimiento de las telas. "El temple es el fluido sosegado en el que se desarrolla el buen toreo", dice Felipe Garrigues.
Así lo entiende Marcial Lalanda, quien afirma: "El temple, que según mi padre comenzó a practicarlo El Guerra, es acompasarte a la embestida del toro y, poco a poco, hacer que él se acople a la tuya".
Para el maestro Santiago Martín "El Viti", "El temple es algo más que torear con lentitud, es dar la impresión de que paras al toro".
El temple no es torear despacio, y puede serlo a la vez. No es torear deprisa y puede serlo a la vez. El temple lo marcan las condiciones del toro, la velocidad del toro. Pero, insisto en que, como dice el maestro Joaquín Bernadó, el temple es también "insuflar tú con los engaños un cierto ritmo a la embestida del toro, para llegar a ralentizarla". Algo que, como decía Pepe Luis Vázquez, se produce "poco a poco, al ir reduciendo velocidad el toro".
En Andalucía se haba del "son del toro". Eso es el temple, torear al son que marca el toro y a continuación imponer el ritmo del son.
MANDAR
El mando se consigue cuando se hace que "el toro se movilice tras el engaño siguiendo la voluntad del diestro", afirma Cossio.
Y es verdad. Pero, yendo más allá, hay que considerar que mandar es la consecuencia de dominar en la embestida, de ahí que se manda en tanto en cuanto se alargan los muletazos, y a su vez se alargan en tanto en cuanto se manda en la embestida.
Pero ni lo uno, ni lo otro, - ni mandar, ni alargar -, son términos baladíes, pues ambos son necesarios para poder colocarse, tras el oportuno remate, y así poder ligar.
Por último, habría que considerar, según lo definido, que se manda más a partir del segundo y tercer pases, o lo que es lo mismo, que la acción de mandar tiene más mérito a partir de dichos muletazos.
LIGAR: CITE, EMBROQUE Y REMATE.
La acción de ligar es la consecuencia de la evolución del toreo, primero por el toreo en redondo, - aportación de Joselito -, y más tarde por el toreo ligado - aportación de Belmonte -, y que viene a ser definida como: "la serie de lances o suertes en sucesión de continuidad".
La ligazón es lo que llega al tendido, al respetable. Es el espectáculo hecho ritmo en movimiento.
Como dice Garrigues: "En el toreo ligado, a diferencia del empalmado, debe haber cite y remate en cada uno de los pases y no "retazos" de un mismo pase empalmados. Cada lance o muletazo deben ser rematados, e iniciar después el otro".
Y es que para ligar es preciso marcar los tres tiempos en que se fundamenta la interpretación de cada unidad del toreo: el lance y el muletazo, y que son:
a) Citar: desde que así lo definiera Pepe Hillo, es "cuando el diestro llama al toro y lo incita para que embista".
Para el cite se emplea el llamado "toque", y también la voz, el golpe de zapatilla, etc. No debe abusarse de este tipo de cites, y en cualquier caso deben emplearse, dentro de lo posible, con la mayor naturalidad.
Se puede citar:
1) De frente, es la manera más añeja, cuya dificultad para ligar radica en el fuerte movimiento de cadera y muñeca que exige.
Con el cite de frente la trayectoria del toro es más en línea recta, y por tanto se manda menos en la embestida.
2) Dando el medio pecho, ligeramente oblicuo con respecto a la línea imaginaria de los pitones del toro, y
3) De perfil, forma ésta que no es la más ortodoxa, sin que ello quiera decir que nunca deba emplearse.
b) Embrocar: Es el momento en que el toro, mandado en su embestida por el torero, entra en la jurisdicción de éste.
En el momento del embroque el diestro suele acompañar la embestida con el movimiento de la cintura.
c) Rematar: Es la consecuencia del embroque, y que pone fin al lance o al muletazo, dejando al toro en disposición del siguiente o como conclusión de la serie.
Dice Gregorio Corrochano que "el remate de las suertes, dejar al toro donde se debe quedar, para seguir toreando sin enmendarse, para ligar las faenas, es lo perfecto, la quintaesencia del toreo".
El remate más ortodoxo en el toreo de muleta es el que se interpreta sacando la muleta por debajo de la pala del pitón, técnica que permite poder a los toros más enrazados.
Pero, puede ocurrir también que si el toro se nos presenta justo de remos, sea necesario que se le alivie el final de la embestida, rematando por tanto arriba, para que no se caiga o pierda el celo del engaño. De donde puede deducirse que el toreo no tiene la exactitud de las matemáticas.
Manuel Mejías Rapela, fundador de la dinastía de los Bienvenida, definía el buen muletazo como el que se interpretaba: "de fuera a adentro; de arriba a abajo; y cuanto más despacio mejor". ¡No es mala definición!.
Abundando en ello, el maestro de Vaciamadrid, Marcial Lalanda, dice que: "No hay que confundir ligar los muletazos con dejar el engaño, tapando la cara al toro. Ligar una suerte con otra supone terminarla, de una a otra".
Pero, analizando qué es ligar, ¿debe quitarse mérito al muletazo que se interpreta de frente, el llamado "unipase", como el que interpretaba Pepe Luís Vázquez y en el que rompía la embestida del toro a base de cintura y remate atrás?... El toro, sólo las condiciones del toro, pueden permitirnos valorar el mérito o el demérito. Una vez más hay que apelar a que en Los Toros dos y dos pueden ser cuatro... o no.
CARGAR LA SUERTE
Anticuada queda ya la definición que de cargar la suerte hizo Pepe Hillo, y que reza así: "Es la acción de torear el diestro su cuerpo de perfil, alargando los brazos y teniendo los pies en la mayor quietud para llamar al toro y hacerle la suerte a un lado".
Anticuada, sin duda por la evolución misma del toro y del toreo, que más próximo a nuestros días vivió Domingo Ortega. El maestro de Borox (Toledo), en su conferencia del Ateneo, impartida el 29 de marzo de 1950, afirmó: "Parar, templar y mandar. A mi modo de ver, estos términos debieron completarse de esta forma: Parar, templar, cargar y mandar; pues posiblemente, si la palabra cargar hubiese ido unida a las otras tres desde el momento en que nacieron como normas, no se hubiera desviado tanto el toreo".
Lamentablemente, y aunque tuve el honor de conocerlo en persona, desconozco si el maestro Ortega quiso decir desviado a propósito, pero lo cierto es que para muchos, cargar es "hacer descarrilar al tren", y así lo interpretan. El toro viene entre las dos vías, el torero echa la "pata" adelante y con ella el engaño, provocando un movimiento brusco que echa hacia fuera la embestida del toro. ¿Es esto cargar la suerte?. Ciertamente, no.
Para el maestro "Antoñete", "cargar la suerte es cambiar el toreo lineal por la hondura y la profundidad, al cargar el cuerpo sobre la pierna contraria". Según esto, cargar no es tanto echar la "pata" adelante, cuanto cargar el peso del cuerpo sobre la pierna contraria, la de salida.
Pero ¿por qué es tan importante cargar la suerte dentro de la estética moderna del toreo?. Bien sencillo. Al insistir en que cargar la suerte es echar el peso del cuerpo sobre la pierna de salida, es decir la del sentido de salida del toro, lo que acontece es que el hombre está volcado en su quehacer torero, lo que le permite componer mejor su figura, al tiempo que, sin duda, expone más. De ahí que descargar, si se admite el término, sea una ventaja.
Mas, ¿ cuándo es preciso echar la pierna adelante, a fin de conseguir ese máximo de entrega y exposición ?. Y ¿ cuánto es conveniente abrir el compás ?. Porque ¿acaso no se carga la suerte con el compás cerrado?.
Pues, vayamos por partes:
La pierna debe adelantarse antes de que se inicie el lance o el muletazo, con el compás tan abierto como dicte la propia estética del toreo. Si bien, con el compás prácticamente cerrado es posible cargar la suerte.
Tranquilícese el aficionado purista que acaba de pegar un respingo sobre su asiento al leer la última frase. Tranquilícese y piense. O si lo prefiere póngase de pie:
1.- Eche la pierna contraria adelante y el peso del cuerpo sobre la pierna de entrada. Comprobará que es posible hacerlo. Eso es justo lo que hacen algunos diestros que, aparentemente, cargan la suerte.
2.- Ahora, apenas abra el compás. Pero simule un muletazo al viento y eche el peso del cuerpo sobre la pierna de salida. Ve como es posible. Bueno, pues acaba de aplicar la misma técnica de cargar que aplicara el mismísimo Manolete. No está mal ¿verdad?.
En definitiva, cargar es echar el peso del cuerpo sobre la pierna contraria o de salida, lo que supone la máxima expresión de entrega del torero y dominio del toro, sin que sea lícito desplazar al astado hacia fuera en su embestida.
TERRENOS, DISTANCIA Y COLOCACIÓN: EL PICO
Un día dijo Andrés Vázquez que en el toreo eran fundamentales la distancia y la colocación. No le faltaba razón.
1.- La distancia, es el espacio que media entre el toro y el torero.
2.- La colocación, es el espacio en el que se coloca el torero con respecto al toro, para ejecutar la suerte, y
3.- El terreno, es el espacio del ruedo en el que se desarrolla la suerte.
De la importancia en la elección del terreno es oportuno lo que un día escribió Gregorio Corrochano: "Cuando va cada uno (toro y torero) por su terreno, anda por la plaza el toreo. Cuando los terrenos del toro y del torero se confunden, se mezclan con las pisadas comunes, anda por la plaza la muerte".
Y una vez más, cabría preguntarse si existen fórmulas matemáticas. La respuesta de nuevo sería: sí, pero no.
Me explico. Cuando se dice que cada toro tiene su lidia, se debe decir también que cada toro tiene su distancia, su espacio, su terreno.
De la distancia dice el maestro "Antoñete": "Es fundamental, entre otras cosas, para que surja la belleza de la arrancada del toro y la repetición de la embestida".
Fijémonos que dice: para que surja la belleza de la arrancada... es decir, para que se luzca el toro. ¿Cabe mayor generosidad por parte del torero?. Claro que el sacrificio por la exposición del torero tiene su recompensa inmediata: se incrementa también la belleza del espectáculo.
Lo contrario de la distancia en el toreo es el encimismo, del que Marcial Lalanda afirma en su Tauromaquia que: "este toreo encimista es uno de los grandes males de la forma actual de interpretar el toreo", y añade en sus reflexiones, con motivo de la vuelta de Antoñete en los años 80, en medio del encimismo imperante de la época, "Quizás ése ha sido uno de los secretos del éxito de Antoñete, aparte de su gran calidad: muchos espectadores han descubierto la emoción que supone llamar al toro de lejos, darle su distancia, verle venir, aguantarle, darle la salida adecuadamente. Para muchos nuevos aficionados, resultaba, por desgracia, algo insólito".
La distancia es espectacular, pero sin olvidar que cada toro tiene la suya, y que hay que encontrársela. El buen toreo es el que respeta la distancia del toro, el equivocado es el del diestro que quiere imponer a toda costa la suya. Y por supuesto, siempre teniendo en cuenta que la distancia puede ir variando a lo largo del desarrollo de la faena.
En teoría, podemos considerar que:
a) Si el toro tiene recorrido, la distancia para torear será mayor, citando con la muleta adelantada y rematando lo más atrás posible, aprovechando en toda su extensión la largura de la embestida.
b) Pero, si el toro es de los que tiene poco recorrido y se queda corto, la distancia debe ser menor, la muleta debe dejarse a la altura del cuerpo del torero y para el remate debe considerar el realizar un juego de muñeca perfecto que le permita dejar al toro colocado para el siguiente muletazo.
Permítaseme hacer referencia de nuevo al pensamiento que sobre el particular tiene maestro "Antoñete": "Hay que respetar el terreno de los toros, - dice -, como hay que respetar el terreno de los hombres. Primero es el saludo, la lidia, el poder. Y luego, toreando, ya se estrechan las distancias. Lo contrario es una falta de respeto. Al toro y al hombre no se les puede avasallar de salida. Siempre que el toro sea toro y el hombre sea hombre".
Y si la línea longitudinal nos mide la distancia, la transversal con respecto al eje del toro, nos marca, la colocación.
Y de nuevo viene el lío. Pues ¿dónde debe colocarse el torero?. ¿Al hilo del pitón, - el de dentro, por el que embiste el toro -, o cruzado, es decir, colocado hacia el pitón contrario, el de fuera?.
Una vez más hay que decir que depende del toro. Como norma general puede decirse que es necesario cruzarse:
a) Con el toro complicado e incierto, y
b) Con el toro parado, para incitarlo en su embestida.
Curiosamente, estar cruzado podría considerarse una ventaja, toda vez que, al citar al pitón contrario del toro, éste tiene que describir una curva hacia el exterior del eje del torero, mientras que al hilo del pitón, el toro, en su trayectoria natural, que es la línea recta, puede echarse encima del torero. Claro que, cuando hablas con los toreros, te confirman que, psicológicamente, es más duro meterse entre los pitones del toro, que quedarse al hilo.
El quedar al hilo con el toro que requiere cruzarse se denomina "estar fuera de cacho".
Cuando el torero se cruza, y considerando que la muleta debe ser una prolongación del brazo, cabe que el conjunto quede ligeramente oblicuo a la embestida del toro.
Es entonces cuando se dice que el torero está " metiendo el pico ". Mas, lo grave no es "meterlo" o, mejor dicho, "ponerlo", sino usarlo. Es decir, el torero cruzado obligatoriamente tiene que dejar oblicua la muleta, pero teniendo en cuanta que:
a) una cosa es torear "con el pico de la muleta", llevando al toro mandado con dicho extremo exterior, y provocar un desplazamiento hacia fuera, lo cual sí puede considerarse una ventaja, y
b) otra cosa es hacerlo con la panza de la muleta, describiendo la siempre estética y clásica curva natural, con la que se rompe la línea recta, base de lo que es el concepto de mando que define al actual toreo moderno.
Paquiro ya registraba la bondad del uso de la muleta oblicua con los toros que se ceñían, con el fin de desplazarlos hacia fuera.
Pero que no le engañe nadie. Cuando de verdad es una ventaja es cuando se emplea durante la embestida del toro, y no previamente. Vale más citar algo oblicuo y dejar la muleta así, que ponerla plana para, a continuación, hacer uso del pico y echar la embestida hacia fuera.
En cuanto al terreno tampoco vale con frotar la varita mágica.
El ruedo está dividido imaginariamente en tres tercios, que de dentro a fuera son:
a) Tablas o adentros,
b) Terrenos del tercio y
c) Medios o afueras.
A su vez, se considera que los terrenos del toro son los medios, y, que los terrenos del torero son los adentros.
En el momento de elegir el terreno más adecuado para la lidia de tal o cual toro debe tenerse en cuenta su querencia.
Tanto Pepe Hillo como Francisco Montes "Paquiro" dedican en sus respectivas Tauromaquias una especial atención a las querencias de los toros. Es digna de tener en consideración la afirmación que al respecto hace "Paquiro": "Toda suerte que se haga dejando al toro libre de su querencia, además de ser segurísima, es muy lucida, y por consiguiente, las suertes que se efectúen sin este requisito serán expuestas y desairadas".
El toreo debe hacerse en un primer intento en el terreno del toro, es decir en los medios, y siempre a contraquerencia del manso, esto es, fuera del abrigo de las tablas.
Pero, todo en el torero tiene un límite, pues dicho lo dicho, al manso, una vez intentado en los medios, se deberá intentar en tablas, eso sí, sabiendo que le costará trabajo tomar los muletazos en sentido hacia los medios, por lo que se revolverá en busca de su refugio, probablemente quedándose corto, con peligro para el diestro.
Así pues, la norma de ganar terreno al toro con el capote, sacándolo a los medios, y de realizar la faena de muleta en los medios, sirve como norma general, pero ya sabe: en la lidia de un toro, dos y dos pueden ser cuatro... o no.
Dejó escritos una barbaridad de artículos y muchos libros, algunos de los cuales se siguen reeditando. En aquella ocasión, se refería a los personajes del Toreo y daba sucintas explicaciones de sus lances. Y no se refirió sólo a los grandes protagonistas, sino que tuvo palabras para figuras que parecen ignoradas, pero que tienen su papel.
Así, definía al «alguacilillo», diciendo que «Hace el despejo (sic) a caballo. Pide la llave del toril. Cuida de que no haya toreros a la derecha del picador y otras normas reglamentarias descuidadas. Antes daba los avisos y el matador no quería ni verle; hoy da las orejas y el matador le abraza». Como puede comprobarse la definición no puede ser más exacta, con su gotita de reproche hacia quienes cambiaron de opinión según sus intereses.
Del «monosabio», decía que «es el auxiliar del picador. No debe intervenir en la lidia. Actitud expectante. No debe coger las riendas del caballo. Llevar al picador por la bridas del caballo es como si el mozo de estoques llevara al matador al toro por un brazo». Genial, ¿no?
Vayamos ahora a referirnos al toro y a su salida a la Plaza que nos avisará de muchas cosas: «El toro sale del toril rápido o lento. Mira a la plaza deslumbrado por el sol, extrañado del griterío, como si quisiera saber adónde va, porque desde el encerradero va de sorpresa en sorpresa. No anticipéis juicios sobre su bravura atendiendo a la salida; podríais equivocaros. Con la salida del toro empieza el interés de lo desconocido. Porque cada toro será distinto al anterior. A pesar de ese ímpetu feroz, buscará una salida. No la encuentra. Se para dispuesto a embestir: salió la bravura al ruedo».
Se suele recibir al toro con «largas afaroladas de rodillas», que «son una derivación del cambio de rodillas que prodigó Fernando El Gallo. Cogía el capote con las dos manos, citaba por el terreno de dentro y cambiaba por el de fuera. Llamada *suerte del perdón* por hacerse de rodillas, si venía precedida de una mala faena».
Y, enseguida, la «verónica»: «Es el lance más serio y fundamental que se hace con el capote. Los demás son derivados hacia el adorno. Con Belmonte adquirió la verónica calidades insospechadas de temple y emoción. Aquellas *cinco verónicas sin enmendarse* no las borraron ni los escombros de la plaza derribada». Los lances «a la verónica» suelen concluir con una «media»: «remate emocional de las verónicas. Punto y aparte del toreo de capa. Debe procurarse dejar al toro en suerte del picador, para evitar más capotazos. Rematar en los medios y dejar el toro a los peones es rematar mal, aunque se remate bien».
Y luego la suerte de varas. «El picador ha de ser joven, alto, fuerte; buen jinete; conocer el toro y el toreo; saber lidiar a caballo como un torero de a pie; saber conjugar la garrocha y la mano de las riendas. Y saber cómo necesita el toro su matador. La suerte de varas es importantísima. Tiene una gran influencia en los demás tercios. Los puyazos bien dados, castigan sin malherir, ahorman los toros y facilitan la labor del espada. Los puyazos malos resabian, deslucen y aumentan el peligro. Sin buenos picadores no hay corrida buena. No me gusta cuando citan pegados a las tablas y levantando mucho la puya. Así no se debe citar. No está colocado el picador. Sepárese usted de las tablas, enderece el caballo, salga por derecho; ahora cite abriendo un poco el brazo de la garrocha. Así se va al toro. Como estaba usted citando, cita el miedo. No sea tumbón».
Y los quites. Con petos es raro que se produzcan caídas al descubierto. El picador cae descubierto del lado del toro. El matador entra valerosamente al quite y sale hacia atrás embrocado con el toro. El matador peligra, pero el picador se ha salvado. Ésta es la grandeza del quite, que suele concluir con «chicuelinas, la suerte a la navarra, modernizada por Chicuelo, que le imprimió personalidad. Desde entonces se llama *chicuelina*. Es una suerte de adorno que hacen todos, con más o menos gracia, con más o menos oportunidad y con más o menos abuso».
Y las Banderillas: «es una suerte airosa, ágil, plena de gracia y destreza, como hecha a cuerpo limpio. Banderillear pronto, en todos los terrenos sin salidas en falso, es condición principal de buen banderillero. ¡Atención! En este tercio se resabian y cambian fácilmente los toros. En el *quiebro* el banderillero espera a pie firme la embestida recta del toro. Cuando llega, saca un pie, carga la suerte y quiebra la recta embestida, evitando el embroque. Al *cuarteo* es la manera más frecuente de banderillear. Se sale al toro con un ligero cuarteo, para que el toro no corte el terreno y tape la salida, con lo que se evitan las salidas en falso. Por esto conviene salir sobre corto, si es posible. Depende del toro».
Y llega el último tercio. Suele ir precedido del «brindis», que debe tener sus condiciones: «Obligación cortés hacia la presidencia. Brindando al presidente queda brindado el público. Si se quiere subrayar el brindis al público desde el centro del ruedo, ha de hacerse con un buen toro y una faena excepcional. No debe brindársele toro y faena vulgares».
Y vienen los distintos pases... El «pase por bajo es muy necesario en algunos toros; antes se daba con las dos manos. Es eficaz si se da quieto hasta rematar, para que el toro se rompa con la muleta, como se rompe el mar en el rompeolas, cuando al toro y al mar se les gana terreno».
«Pase de rodillas»: «Cuando Machaquito, cargado de laureles, salió de rodillas a un toro peligroso, la plaza de Madrid se asustó. Cuando Joselito salió de rodillas a un toro bravísimo de Saltillo, que se revolvía y no le dejaba levantarse, la plaza se asustó.
A mí me emociona más de pie».
El «natural» es «el pase clásico por excelencia. Para que sea natural puro, debe darse totalmente aislado del estoque, que sostendrá el matador a la altura de la cadera derecha. Apoyar el estoque, es convertir el natural en ayudado, recuerdo que puede admitirse en día de viento».
El «pase de pecho» es «el complemento del pase natural. Si es obligado por el toro, pone a prueba el temple y la serenidad del espada. Así como suelto, preparado y porfiado es un pase cualquiera, sin valor de técnica y sin eficacia; ligado con el natural es grandioso».
«El *ayudado por alto*, lo inventó Cúchares. Es un pase espectacular, sin importancia. Se le llamaba desdeñosamente *del celeste imperio*, porque está al margen de la faena. La faena empieza luego. Hoy se dan muchos pases del *celeste imperio* y se los llama *de la muerte*. ¡Qué miedo!».
El «afarolado», «es un pase de adorno pasándose la muleta sobre la cabeza, girando para salirse de la muerte. Es un pase sin quietud, movido, y, por lo tanto, de poca calidad. Tiene un inconveniente técnico: acostumbra a los toros a desarmar».
El «pase natural con la derecha». «Conviene usar la derecha para equilibrar la faena y dominar. Con ambas manos se pueden hacer las mismas cosas. Pero en la derecha la *naturalidad* se transforma en ayudado por el estoque. Aunque se admita por claridad, no me suena bien eso de *natural con la derecha*».
El «pase de pecho con la derecha»... «Así como en el verdadero pase de pecho (el de la izquierda) pasa el toro por el pecho del torero (de ahí su nombre), en el pase con la derecha rara vez cruza el pecho. Mejor definido está llamándole *de costado*.
Cuando todo finaliza, vienen lo adornos: «Coger un pitón a un toro es un adorno de más importancia de lo que parece. Es demostrar que el toro está dominado. Porque a un toro sin dominar no hay quien le toque un pitón impunemente. Si el toro era difícil, aplaudid este adorno».
A la «estocada» se la denomina «suerte suprema, porque fue suprema. Hoy la supremacía la tiene la muleta; pocas veces la estocada. Se le mata al toro como se puede, no como se debe. Los toros mueren porque las puñaladas matan».
Y tras la estocada... «El Triunfo. El toro rueda de la estocada. El matador levanta el brazo de la muerte como si quisiera parar el sol. En los tendidos, los espectadores hacen de los pañuelos palomas que revolotean. El usía saca también su paloma. La oreja esta concedida. Triunfo». Se cumplen los sueños del torero y el deseo del público.
Mucho de lo recogido del insigne Corrochano es más que sabido por muchos. Lo malo es que, muchas veces, también olvidado. Por eso quizás convenga un poquito de ilustración.
Definiciones, reflexiones y citas sobre el Arte de Torear:
Diversos autores han definido la lidia. Así para Pepe Hillo, quien identifica lidiar con " lides o contiendas ", es "el acto de jugar con toros".
José María de Cossio dice que es "el conjunto de suertes que se practican con el toro desde que se le da suelta del toril hasta que se arrastra".
En semejantes términos se expresa Luis Nieto, para quien es "el conjunto de suertes que se practican con el toro desde la suelta del toril hasta que se arrastra", para hacer a continuación distinción entre la de a pie y la de a caballo.
Por su parte, el lingüista José Carlos de Torres define lidiar como "La acción de dar lidia al toro o, correr, sortear al astado; torearlo según las características que ofrece en cada momento de los tres tercios".
Por último José Antonio del Moral la define como "el aprovechamiento inteligente de todas las reacciones espontáneas del toro, combinado con las que le provocan los toreros".
Desde el punto de vista de Miguel Ángel Moncholi la Lidia es el "Conjunto" de decisiones, acciones y suertes que por parte del torero se practican con el toro, para, de forma inteligente, obtener el máximo rendimiento de sus reacciones". Así lo entiende por cuanto, la lidia no se reduce sólo a la práctica de las suertes, ni a la división en tercios de la misma. Tampoco cree que sea tan sólo jugar o correr al toro sin más, sino de una forma inteligente, para obtener el máximo rendimiento de las reacciones del toro.
Al igual que el genial Miguel Ángel expresaba que el bloque de mármol contiene la escultura y que lo que tiene que hacer el escultor es quitar lo que sobra, cada toro tiene su lidia, y lo que tiene que hacer el torero es moldearla.
Tan importante es la lidia, que Corrochano afirmó que: "sin lidia, no hay toro aprovechable".
La lidia de un toro, según estableció José Delgado, "Pepe Hillo", en su Tauromaquia se divide, en función de las suertes que menciona, en:
a) Tercio de capa, - actual tercio de varas -,
b) Tercio de banderillas y,
c) Tercio de muleta.
El toreo:
El toreo se basa en la conjunción de dos líneas. La horizontal del toro, que va y que viene, y la vertical del torero, que gira sobre sí misma. Ambas deben complementarse gracias a la inteligencia del hombre.
En su Enciclopedia, José María de Cossio define torear como "toda acción que se verifica en la plaza para burlar y dominar al toro, bien a favor de engaño, capa, muleta u otro cualquiera, bien a cuerpo limpio, entra en el amplísimo concepto", la versión reducida de su obra se limita a definir el concepto torear tal cual lo hace el Diccionario de la Real Academia, esto es, como "lidiar los toros en la plaza" y añadir que Sánchez de Neira, lo amplía de la siguiente manera: "Corriéndolos para hacer en ellos suertes, ya de capa y las demás que se conocen de a pie".
En semejantes términos a los recogidos en la obra reducida de Cossio se expresan otros autores.
No así, Gregorio Corrochano, quien la completa afirmando que torear es "mandar en el toro (...), si no se manda en el toro, si el toro no va por donde quiere el torero que vaya, no torea el torero".
Por otro lado, Luis Nieto define torear como: "Ejecutar suertes el torero con la capa y la muleta a reses bravas; o el rejoneador a caballo".
Por parte de Moncholí entiende que torear es la: acción de lidiar los toros, con naturalidad, mediante la ejecución de las distintas suertes, considerando los terrenos, la distancia, conforme a los cánones vigentes del toreo de parar, templar, mandar, ligar y cargar la suerte con el fin de prepararlo para la suerte suprema.
Considera por tanto, que torear es lidiar, conforme a lo definido, con inteligencia, conforme a las condiciones del toro, pero que lo es cuando se practican las suertes del toreo, conforme a unos cánones heredados y establecidos, y todo ello practicado con la naturalidad de quien así lo interpreta y transmite.
"Se torea como se es", decía Juan Belmonte. Y añadía: "Como si no se tuviera cuerpo". Tal es la naturalidad.
El 20 de marzo de 1950, en su célebre conferencia del Ateneo, Domingo Ortega afirmó: "Ustedes aficionados, a poco que recuerden, habrán visto muchas veces en las corridas de toros faenas de veinte, treinta, cuarenta pases y el toro cada vez más entero... ¿Cómo es posible que con esa cantidad de pases que fueron aparentemente bellos para gran parte del público, el toro no se haya sometido?. La respuesta es muy sencilla: Lo que ha ocurrido es que el torero ha estado dando pases, y dar pases no es lo mismo que torear". Y es que, en el toreo, todo se hace para preparar al toro para la suerte suprema.
Como aportación, estas son algunas reflexiones sobre el toreo:
* Domingo Ortega: "Torear es llevar al toro allá donde no quiere ir".
* Luis Francisco Esplá: "El toreo clásico es el equilibrio entre la técnica y la estética".
* José Alameda: "El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega".
* Manolo Vázquez: "Se torea con la palma de la mano".
* José Bergamín: "El toreo se hace y se dice".
* Rafael de Paula: "Lo más grande de torear es soñar cuando se torea"
PARAR
Acorde con la evolución del toreo, el concepto de parar es, por un lado, tal como lo recogen la mayoría de los autores, y entre ellos Pepe Hillo: "la acción que ejecuta el diestro, cuando se está parado en el terreno sin mover los pies, hasta que el toro llega bien a jurisdicción y le hace la suerte".
Es decir, parar no es otra cosa que quedarse quieto, o como gráficamente define el maestro Andrés Vázquez: "cuando se marca sobre la arena el número de las zapatillas".
En este sentido decía el matador de toros y poeta Sánchez Mejías que "un hombre quieto vale más que dos hombres en mal movimiento".
Dicho lo anterior cabe también aplicar el término parar al hecho de aminorar la embestida del toro en el engaño, como primer paso para llegar a templarlo.
TEMPLAR
Como segunda premisa de lo que es torear, se establece el templar la embestida del toro.
Como regla general, templar es acompasar la velocidad de los engaños a la velocidad de la embestida del toro. Como complemento de lo anterior, para algunos, templar es también tratar de lograr que dicha embestida se vaya acoplando poco a poco al movimiento de las telas. "El temple es el fluido sosegado en el que se desarrolla el buen toreo", dice Felipe Garrigues.
Así lo entiende Marcial Lalanda, quien afirma: "El temple, que según mi padre comenzó a practicarlo El Guerra, es acompasarte a la embestida del toro y, poco a poco, hacer que él se acople a la tuya".
Para el maestro Santiago Martín "El Viti", "El temple es algo más que torear con lentitud, es dar la impresión de que paras al toro".
El temple no es torear despacio, y puede serlo a la vez. No es torear deprisa y puede serlo a la vez. El temple lo marcan las condiciones del toro, la velocidad del toro. Pero, insisto en que, como dice el maestro Joaquín Bernadó, el temple es también "insuflar tú con los engaños un cierto ritmo a la embestida del toro, para llegar a ralentizarla". Algo que, como decía Pepe Luis Vázquez, se produce "poco a poco, al ir reduciendo velocidad el toro".
En Andalucía se haba del "son del toro". Eso es el temple, torear al son que marca el toro y a continuación imponer el ritmo del son.
MANDAR
El mando se consigue cuando se hace que "el toro se movilice tras el engaño siguiendo la voluntad del diestro", afirma Cossio.
Y es verdad. Pero, yendo más allá, hay que considerar que mandar es la consecuencia de dominar en la embestida, de ahí que se manda en tanto en cuanto se alargan los muletazos, y a su vez se alargan en tanto en cuanto se manda en la embestida.
Pero ni lo uno, ni lo otro, - ni mandar, ni alargar -, son términos baladíes, pues ambos son necesarios para poder colocarse, tras el oportuno remate, y así poder ligar.
Por último, habría que considerar, según lo definido, que se manda más a partir del segundo y tercer pases, o lo que es lo mismo, que la acción de mandar tiene más mérito a partir de dichos muletazos.
LIGAR: CITE, EMBROQUE Y REMATE.
La acción de ligar es la consecuencia de la evolución del toreo, primero por el toreo en redondo, - aportación de Joselito -, y más tarde por el toreo ligado - aportación de Belmonte -, y que viene a ser definida como: "la serie de lances o suertes en sucesión de continuidad".
La ligazón es lo que llega al tendido, al respetable. Es el espectáculo hecho ritmo en movimiento.
Como dice Garrigues: "En el toreo ligado, a diferencia del empalmado, debe haber cite y remate en cada uno de los pases y no "retazos" de un mismo pase empalmados. Cada lance o muletazo deben ser rematados, e iniciar después el otro".
Y es que para ligar es preciso marcar los tres tiempos en que se fundamenta la interpretación de cada unidad del toreo: el lance y el muletazo, y que son:
a) Citar: desde que así lo definiera Pepe Hillo, es "cuando el diestro llama al toro y lo incita para que embista".
Para el cite se emplea el llamado "toque", y también la voz, el golpe de zapatilla, etc. No debe abusarse de este tipo de cites, y en cualquier caso deben emplearse, dentro de lo posible, con la mayor naturalidad.
Se puede citar:
1) De frente, es la manera más añeja, cuya dificultad para ligar radica en el fuerte movimiento de cadera y muñeca que exige.
Con el cite de frente la trayectoria del toro es más en línea recta, y por tanto se manda menos en la embestida.
2) Dando el medio pecho, ligeramente oblicuo con respecto a la línea imaginaria de los pitones del toro, y
3) De perfil, forma ésta que no es la más ortodoxa, sin que ello quiera decir que nunca deba emplearse.
b) Embrocar: Es el momento en que el toro, mandado en su embestida por el torero, entra en la jurisdicción de éste.
En el momento del embroque el diestro suele acompañar la embestida con el movimiento de la cintura.
c) Rematar: Es la consecuencia del embroque, y que pone fin al lance o al muletazo, dejando al toro en disposición del siguiente o como conclusión de la serie.
Dice Gregorio Corrochano que "el remate de las suertes, dejar al toro donde se debe quedar, para seguir toreando sin enmendarse, para ligar las faenas, es lo perfecto, la quintaesencia del toreo".
El remate más ortodoxo en el toreo de muleta es el que se interpreta sacando la muleta por debajo de la pala del pitón, técnica que permite poder a los toros más enrazados.
Pero, puede ocurrir también que si el toro se nos presenta justo de remos, sea necesario que se le alivie el final de la embestida, rematando por tanto arriba, para que no se caiga o pierda el celo del engaño. De donde puede deducirse que el toreo no tiene la exactitud de las matemáticas.
Manuel Mejías Rapela, fundador de la dinastía de los Bienvenida, definía el buen muletazo como el que se interpretaba: "de fuera a adentro; de arriba a abajo; y cuanto más despacio mejor". ¡No es mala definición!.
Abundando en ello, el maestro de Vaciamadrid, Marcial Lalanda, dice que: "No hay que confundir ligar los muletazos con dejar el engaño, tapando la cara al toro. Ligar una suerte con otra supone terminarla, de una a otra".
Pero, analizando qué es ligar, ¿debe quitarse mérito al muletazo que se interpreta de frente, el llamado "unipase", como el que interpretaba Pepe Luís Vázquez y en el que rompía la embestida del toro a base de cintura y remate atrás?... El toro, sólo las condiciones del toro, pueden permitirnos valorar el mérito o el demérito. Una vez más hay que apelar a que en Los Toros dos y dos pueden ser cuatro... o no.
CARGAR LA SUERTE
Anticuada queda ya la definición que de cargar la suerte hizo Pepe Hillo, y que reza así: "Es la acción de torear el diestro su cuerpo de perfil, alargando los brazos y teniendo los pies en la mayor quietud para llamar al toro y hacerle la suerte a un lado".
Anticuada, sin duda por la evolución misma del toro y del toreo, que más próximo a nuestros días vivió Domingo Ortega. El maestro de Borox (Toledo), en su conferencia del Ateneo, impartida el 29 de marzo de 1950, afirmó: "Parar, templar y mandar. A mi modo de ver, estos términos debieron completarse de esta forma: Parar, templar, cargar y mandar; pues posiblemente, si la palabra cargar hubiese ido unida a las otras tres desde el momento en que nacieron como normas, no se hubiera desviado tanto el toreo".
Lamentablemente, y aunque tuve el honor de conocerlo en persona, desconozco si el maestro Ortega quiso decir desviado a propósito, pero lo cierto es que para muchos, cargar es "hacer descarrilar al tren", y así lo interpretan. El toro viene entre las dos vías, el torero echa la "pata" adelante y con ella el engaño, provocando un movimiento brusco que echa hacia fuera la embestida del toro. ¿Es esto cargar la suerte?. Ciertamente, no.
Para el maestro "Antoñete", "cargar la suerte es cambiar el toreo lineal por la hondura y la profundidad, al cargar el cuerpo sobre la pierna contraria". Según esto, cargar no es tanto echar la "pata" adelante, cuanto cargar el peso del cuerpo sobre la pierna contraria, la de salida.
Pero ¿por qué es tan importante cargar la suerte dentro de la estética moderna del toreo?. Bien sencillo. Al insistir en que cargar la suerte es echar el peso del cuerpo sobre la pierna de salida, es decir la del sentido de salida del toro, lo que acontece es que el hombre está volcado en su quehacer torero, lo que le permite componer mejor su figura, al tiempo que, sin duda, expone más. De ahí que descargar, si se admite el término, sea una ventaja.
Mas, ¿ cuándo es preciso echar la pierna adelante, a fin de conseguir ese máximo de entrega y exposición ?. Y ¿ cuánto es conveniente abrir el compás ?. Porque ¿acaso no se carga la suerte con el compás cerrado?.
Pues, vayamos por partes:
La pierna debe adelantarse antes de que se inicie el lance o el muletazo, con el compás tan abierto como dicte la propia estética del toreo. Si bien, con el compás prácticamente cerrado es posible cargar la suerte.
Tranquilícese el aficionado purista que acaba de pegar un respingo sobre su asiento al leer la última frase. Tranquilícese y piense. O si lo prefiere póngase de pie:
1.- Eche la pierna contraria adelante y el peso del cuerpo sobre la pierna de entrada. Comprobará que es posible hacerlo. Eso es justo lo que hacen algunos diestros que, aparentemente, cargan la suerte.
2.- Ahora, apenas abra el compás. Pero simule un muletazo al viento y eche el peso del cuerpo sobre la pierna de salida. Ve como es posible. Bueno, pues acaba de aplicar la misma técnica de cargar que aplicara el mismísimo Manolete. No está mal ¿verdad?.
En definitiva, cargar es echar el peso del cuerpo sobre la pierna contraria o de salida, lo que supone la máxima expresión de entrega del torero y dominio del toro, sin que sea lícito desplazar al astado hacia fuera en su embestida.
TERRENOS, DISTANCIA Y COLOCACIÓN: EL PICO
Un día dijo Andrés Vázquez que en el toreo eran fundamentales la distancia y la colocación. No le faltaba razón.
1.- La distancia, es el espacio que media entre el toro y el torero.
2.- La colocación, es el espacio en el que se coloca el torero con respecto al toro, para ejecutar la suerte, y
3.- El terreno, es el espacio del ruedo en el que se desarrolla la suerte.
De la importancia en la elección del terreno es oportuno lo que un día escribió Gregorio Corrochano: "Cuando va cada uno (toro y torero) por su terreno, anda por la plaza el toreo. Cuando los terrenos del toro y del torero se confunden, se mezclan con las pisadas comunes, anda por la plaza la muerte".
Y una vez más, cabría preguntarse si existen fórmulas matemáticas. La respuesta de nuevo sería: sí, pero no.
Me explico. Cuando se dice que cada toro tiene su lidia, se debe decir también que cada toro tiene su distancia, su espacio, su terreno.
De la distancia dice el maestro "Antoñete": "Es fundamental, entre otras cosas, para que surja la belleza de la arrancada del toro y la repetición de la embestida".
Fijémonos que dice: para que surja la belleza de la arrancada... es decir, para que se luzca el toro. ¿Cabe mayor generosidad por parte del torero?. Claro que el sacrificio por la exposición del torero tiene su recompensa inmediata: se incrementa también la belleza del espectáculo.
Lo contrario de la distancia en el toreo es el encimismo, del que Marcial Lalanda afirma en su Tauromaquia que: "este toreo encimista es uno de los grandes males de la forma actual de interpretar el toreo", y añade en sus reflexiones, con motivo de la vuelta de Antoñete en los años 80, en medio del encimismo imperante de la época, "Quizás ése ha sido uno de los secretos del éxito de Antoñete, aparte de su gran calidad: muchos espectadores han descubierto la emoción que supone llamar al toro de lejos, darle su distancia, verle venir, aguantarle, darle la salida adecuadamente. Para muchos nuevos aficionados, resultaba, por desgracia, algo insólito".
La distancia es espectacular, pero sin olvidar que cada toro tiene la suya, y que hay que encontrársela. El buen toreo es el que respeta la distancia del toro, el equivocado es el del diestro que quiere imponer a toda costa la suya. Y por supuesto, siempre teniendo en cuenta que la distancia puede ir variando a lo largo del desarrollo de la faena.
En teoría, podemos considerar que:
a) Si el toro tiene recorrido, la distancia para torear será mayor, citando con la muleta adelantada y rematando lo más atrás posible, aprovechando en toda su extensión la largura de la embestida.
b) Pero, si el toro es de los que tiene poco recorrido y se queda corto, la distancia debe ser menor, la muleta debe dejarse a la altura del cuerpo del torero y para el remate debe considerar el realizar un juego de muñeca perfecto que le permita dejar al toro colocado para el siguiente muletazo.
Permítaseme hacer referencia de nuevo al pensamiento que sobre el particular tiene maestro "Antoñete": "Hay que respetar el terreno de los toros, - dice -, como hay que respetar el terreno de los hombres. Primero es el saludo, la lidia, el poder. Y luego, toreando, ya se estrechan las distancias. Lo contrario es una falta de respeto. Al toro y al hombre no se les puede avasallar de salida. Siempre que el toro sea toro y el hombre sea hombre".
Y si la línea longitudinal nos mide la distancia, la transversal con respecto al eje del toro, nos marca, la colocación.
Y de nuevo viene el lío. Pues ¿dónde debe colocarse el torero?. ¿Al hilo del pitón, - el de dentro, por el que embiste el toro -, o cruzado, es decir, colocado hacia el pitón contrario, el de fuera?.
Una vez más hay que decir que depende del toro. Como norma general puede decirse que es necesario cruzarse:
a) Con el toro complicado e incierto, y
b) Con el toro parado, para incitarlo en su embestida.
Curiosamente, estar cruzado podría considerarse una ventaja, toda vez que, al citar al pitón contrario del toro, éste tiene que describir una curva hacia el exterior del eje del torero, mientras que al hilo del pitón, el toro, en su trayectoria natural, que es la línea recta, puede echarse encima del torero. Claro que, cuando hablas con los toreros, te confirman que, psicológicamente, es más duro meterse entre los pitones del toro, que quedarse al hilo.
El quedar al hilo con el toro que requiere cruzarse se denomina "estar fuera de cacho".
Cuando el torero se cruza, y considerando que la muleta debe ser una prolongación del brazo, cabe que el conjunto quede ligeramente oblicuo a la embestida del toro.
Es entonces cuando se dice que el torero está " metiendo el pico ". Mas, lo grave no es "meterlo" o, mejor dicho, "ponerlo", sino usarlo. Es decir, el torero cruzado obligatoriamente tiene que dejar oblicua la muleta, pero teniendo en cuanta que:
a) una cosa es torear "con el pico de la muleta", llevando al toro mandado con dicho extremo exterior, y provocar un desplazamiento hacia fuera, lo cual sí puede considerarse una ventaja, y
b) otra cosa es hacerlo con la panza de la muleta, describiendo la siempre estética y clásica curva natural, con la que se rompe la línea recta, base de lo que es el concepto de mando que define al actual toreo moderno.
Paquiro ya registraba la bondad del uso de la muleta oblicua con los toros que se ceñían, con el fin de desplazarlos hacia fuera.
Pero que no le engañe nadie. Cuando de verdad es una ventaja es cuando se emplea durante la embestida del toro, y no previamente. Vale más citar algo oblicuo y dejar la muleta así, que ponerla plana para, a continuación, hacer uso del pico y echar la embestida hacia fuera.
En cuanto al terreno tampoco vale con frotar la varita mágica.
El ruedo está dividido imaginariamente en tres tercios, que de dentro a fuera son:
a) Tablas o adentros,
b) Terrenos del tercio y
c) Medios o afueras.
A su vez, se considera que los terrenos del toro son los medios, y, que los terrenos del torero son los adentros.
En el momento de elegir el terreno más adecuado para la lidia de tal o cual toro debe tenerse en cuenta su querencia.
Tanto Pepe Hillo como Francisco Montes "Paquiro" dedican en sus respectivas Tauromaquias una especial atención a las querencias de los toros. Es digna de tener en consideración la afirmación que al respecto hace "Paquiro": "Toda suerte que se haga dejando al toro libre de su querencia, además de ser segurísima, es muy lucida, y por consiguiente, las suertes que se efectúen sin este requisito serán expuestas y desairadas".
El toreo debe hacerse en un primer intento en el terreno del toro, es decir en los medios, y siempre a contraquerencia del manso, esto es, fuera del abrigo de las tablas.
Pero, todo en el torero tiene un límite, pues dicho lo dicho, al manso, una vez intentado en los medios, se deberá intentar en tablas, eso sí, sabiendo que le costará trabajo tomar los muletazos en sentido hacia los medios, por lo que se revolverá en busca de su refugio, probablemente quedándose corto, con peligro para el diestro.
Así pues, la norma de ganar terreno al toro con el capote, sacándolo a los medios, y de realizar la faena de muleta en los medios, sirve como norma general, pero ya sabe: en la lidia de un toro, dos y dos pueden ser cuatro... o no.
Vaya tochazo.
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