martes, 22 de diciembre de 2009

El torero Eduardo Gallo se alza contra la prohibición en Cataluña

Pido la libertad y la palabra". Así se titula el comunicado que ha emitido el torero charro Eduardo Gallo, en el que se alza contra la posible prohibición de las corridas de toros en Cataluña, que se someterá a votación en las cortes de esa comunidad española.
El texto persigue conseguir adhesiones de sus compañeros y estimular la capacidad de respuesta ante el afán prohibicionista de los partidos independentistas catalanes, encabezados por ERC. Desde Salamanca, Gallo brinda su postura para sumar fuerzas, voces e ideas contra una postura de intransigencia ideológica.
El texto íntegro del manifiesto, es el siguiente:

"Pido la paz y la palabra". Así comienza un célebre poema de Blas de Otero, uno de nuestros poetas más importantes en el siglo XX, que alzaba su voz contra injusticias que se convirtieron en el pretexto más utilizado por todas las guerras: conseguir la paz. En todos los conflictos, sean armados, políticos o de la comunidad de vecinos, siempre se abandera un fin, un objetivo más o menos loable que enardezca a las masas y que recoja el apoyo popular, pero nunca se habla de los motivos. Porque esa masa que debe apoyar ese fin, seguramente, no entendería los motivos. O los entendería demasiado bien…
"Pido la paz y la palabra", decía Blas de Otero. Viendo las circunstancias que se viven actualmente en Cataluña, en Barcelona en particular, este humilde torero pide la Libertad y la palabra. O más bien pide la palabra para rogar, para solicitar, para exigir si lo prefieren, la Libertad, ese don sagrado que se le ha negado a las gentes con tanta frecuencia en la historia y que ahora, en pleno siglo XXI, cuando creíamos entender la palabra respeto, se le pretende negar de nuevo a los amantes del toro en Barcelona.
En Barcelona, esa maravillosa ciudad, cosmopolita y multicultural que se erige en paradigma del respeto y la tolerancia. En Barcelona, donde los personajes del mundo de la cultura se sienten en casa por ofrecerles la sensibilidad que se muestra en cada esquina. En Barcelona, donde el aficionado al toro no debería avergonzarse de manifestar en público su pasión por la fiesta. Como lo hacen desde hace siglos para convertir la Monumental en una de las plazas más importantes del orbe taurino, donde los toreros hacemos el paseíllo sabiendo que el tendido va a entender el misterio que se esconde entre la muleta y el toro.
Nos toca vivir los días en que quieren prohibir las corridas de toros en Barcelona. Y nos toca a nosotros, los toreros, los aficionados, alzar la voz para defender la Libertad de aquellos que alzan la suya para corear nuestros triunfos y recriminar nuestros fracasos. De los apasionados por la alquimia infinita de los ganaderos, de nuestra búsqueda incesante de los arcanos del toro, de la lucha ancestral del hombre y el animal para corear juntos el canto inmenso y maravilloso del toreo. Debemos defenderlo nosotros, los ciudadanos, y deben defenderlo nuestros representantes, aquellos a los que hemos votado para que nos representen a todos, y no sólo a las minorías que hacen ruido para coartar la libertad del que no levanta la voz.
Nos llaman asesinos, bárbaros, incultos y hasta violentos, cuando es muy probable que las corridas de toros sean el espectáculo más pacífico y respetuoso que existe, donde el público puede manifestar su opinión, pero no se tienen noticias de batallas campales, peleas y hasta muertes en un tendido, como ocurre con otros espectáculos que nunca jamás se nos ocurriría prohibir.
Hoy, en un mundo en el que mueren cada día de hambre 26.000 niños, hay más de cien conflictos armados en todo el mundo, la violencia de género acaba con más de un centenar de mujeres en nuestro país, la manoseada crisis hace que el número de parados supere los cuatro millones y una multitud de familias pasen penurias para llegar a fin de mes, a los políticos de Cataluña se les ocurre votar si prohíben o no las corridas de toros, problema importante donde los haya, como pensarán los afectados por los demás problemas que acabo de enumerar.
Los aficionados nunca jamás hemos obligado a nadie a que comparta nuestra pasión, aunque quien se ha acercado al mundo del toro con la mente abierta se ha quedado prendado por la magia de este mundo. Nunca hemos impuesto nuestros criterios y hasta hemos aceptado que nuestra fiesta se vea relegada a un segundo plano en los medios de comunicación. No prohibimos nada a nadie. Pero no podemos callarnos cuando gentes que se atribuyen el poder y la justicia quieren privarnos de nuestra libertad.
Por eso pido el apoyo de los aficionados y el respeto a las instituciones que corresponda, porque si hay un valor que deben defender por encima de todos es la libertad. Y en estos días se está viendo menoscabada…»

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