jueves, 8 de octubre de 2009

Atendiendo peticiones

Atendiendo a un comentario de la entrada anterior intentaré dar mi opinión sobre la actuación de Castella en Madrid.

He de decir que desde que salió el primer toro de Castella tuve la sensacón de que algo grande iba a pasar. La lidia de Castella y sus peones en los dos toros fueron para mi gusto excelentes, con un Curro Molina soberbio, y esto lo agradece el toro y lo agradece el público. Quien conozca un poquito a Castella sabe que peca de soberbio y orgulloso, y eso precisamente es lo que percibió la plaza.

El diestro francés dio un recital de quietud, encaje, firmeza, saber estar y correr la mano izquierda con una finura pasmosa. Esos pases por bajo me recordaban a los trazos rápidos y frescos que imprime el pintor en el lienzo. Supo meter a los toros en la franela, cortarles el puntito de agresividad que tenían los toros y embarcarlos por los dos pitones con unos cambios de mano muy ajustados.

Mi sensación al abandonar la plaza fue la de ver una nueva dimensión en Castella. Una dimensión en la que aparte del valor, la quietud y el carácter también tiene cabida el sabor añejo.


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